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Poder y libertad en la sociedad del conocimiento

Todos los progresos humanos van acompañados de una sombra en donde se cultiva el imaginario de los desastres. A medida que avanza el saber no disminuye el temor a una secreta amenaza que se aloja, precisamente, emboscada tras ese saber. Cada vez tenemos más poder para viajar, comunicarnos, conocer, hacer valer nuestra opinión, pero cada vez resulta más fascinante la sospecha de que ese poder es ilusorio y más grato a nuestros oídos el discurso que denuncia medidas represivas de poderosas instituciones contra el individuo desvalido. Todavía hoy es convincente el discurso contra la opresión de instituciones más grandes y más poderosas (estado, educación, medios de comunicación o medicina) contra el individuo, representado como una persona inerme (ciudadano, trabajador, elector, alumno, paciente). Las descripciones apocalípticas de la sociedad contemporánea nos han acostumbrado a imaginar víctimas impotentes, consumidores manipulados, turistas engañados, votantes confusos y trabajadores ignorantes. En este panorama la ciencia y la técnica son desenmascaradas como cómplices de los poderosos o como instrumento de una clase que ejerce una nueva represión. Si estas denuncias, además de fascinantes fueran verdaderas, se daría la paradoja de que cuanto más racional es la sociedad, más irracional es la política.

La noción de la sociedad del conocimiento que aquí voy a esbozar es incompatible con aquella credibilidad o ingenuidad científica que consideraba el saber científico como algo ilimitado, tanto como las posibilidades de manipulación de la realidad social. No comparto la utopía —para unos positiva, para otros terrorífica— de la racionalización completa de la irracionalidad, de la desaparición de las identidades locales, de la destrucción de otras formas de saber que podríamos considerar no científicas o tradicionales. Es cierto que no hay apenas realidad social, económica o cultural que sea inmune frente al saber científico y técnico. Pero la significación sin precedentes del saber científico en nuestras sociedades no supone la supresión de todas las otras formas de vida y actitudes.

Trataré de defender una opinión que sin ser muy grata a los traficantes de grandes expectativas —en versión optimista o pesimista— me parece más razonable que su contraria: la sociedad del conocimiento encierra más posibilidades de libertad personal que todas las formas sociales precedentes. Esa libertad es, en buena medida, el reverso del hecho de que, por fortuna o por desgracia, los hombres no podamos hacer mucho bien ni causar mucho mal. Y es que hay un exceso de confianza en la ciencia y en la técnica tanto en quienes esperan de ellas la solución de todos los problemas como en quienes les atribuyen la responsabilidad de todas las desgracias, aun de las hipotéticas. La vida no es fácilmente maleable, no se adapta tan bien a la técnica como desean sus entusiastas y temen sus detractores. Existen muchos límites y obstáculos para la aplicación de la ciencia a la realidad, algunos superables y otros que afortunadamente no parecen condenados a desaparecer. De hecho, el crecimiento y la expansión de la ciencia no están necesariamente acompañados de una reducción de la incertidumbre, del riesgo y la imprevisibilidad. Por eso, en las sociedades actuales, el problema es más bien la gobernabilidad de entramados tan complejos, la antítesis más rotunda de esa sociedad manejable de manera conspirativa en la que se desarrolla la nueva ciber-épica.

a. La crítica de la civilización tecnológica y científica

En los años sesenta, teóricos de la sociedad de muy diversa orientación política —desde conservadores hasta neo-marxistas, desde Schelsky (1961) a Marcuse [1964]— llevaron a cabo una crítica implacable de la civilización tecnológica y científica, denunciando el despliegue inminente de una cultura regida por la ciencia y el peligro de un estado técnico. En todos ellos se lamentaba la pérdida de individualidad del hombre moderno. El tono general de estas críticas consistía en ver la racionalidad instrumental como origen de manipulación y control social. Eran tiempos muy propicios para diseñar futuros escenarios sombríos: la ciencia parecía haber transformado la pesadilla apocalíptica de una destrucción del mundo en una posibilidad concreta. Se presagiaban leyes evolutivas de diferenciación imparable, disminución de la capacidad operativa de los actores individuales, de elaborar su propia opinión y defender su identidad, motivos conspirativos de élites que ocultan sistemáticamente sus intereses, amenaza de la autonomía personal, estructuras represivas, descomposición de la esfera privada, control extremadamente eficiente sobre todos los ámbitos de la vida, introducción de prescripciones cada vez más numerosas y detalladas, reglamentación creciente…

Desde entonces quedó inaugurada la ocupación tópica de criticar el poder creciente de la ciencia y la técnica. La competición por el epíteto más atinado daba por supuesto un destinatario identificable. Los discursos más imaginativos lograron fórmulas como el imperialismo amenazante de la razón instrumental (Weizenbaum), el peligro de una agresiva colonización del mundo de la vida (Habermas) o la inevitabilidad de una nueva taylorización del mundo del trabajo (Volpert). En este contexto se desarrollaron tesis como la de Bell (1960) del final de las ideologías o el pronóstico de Robert Lane (1966) de que nos encontrábamos al comienzo de una nueva era en que los conocimientos científicos reducirían la significación de lo político. Al mismo tiempo se anunciaba la constitución de un tipo de formaciones sociales que fueron denunciadas como “Estado técnico” o “civilización científico-técnica” (Mumford 1962; Schelsky 1961), y que posteriormente sería denominada con mayor sutilidad como “sociedad registradora” (G. Böhme 1984, 15) en la que el poder dispone de una enorme cantidad de datos sobre los ciudadanos.

Estos y otros análisis similares de la misma época padecían una equivocada confianza en la eficacia práctica de la técnica y de la ciencia. Mirando hacia atrás puede hoy decirse que después de veinticinco años de teoría de la sociedad postindustrial nos hemos hecho más precavidos y escépticos. No se han cumplido ni las expectativas tecnocráticas ni las esperanzas humanistas. Quizás sea cierta la observación de Jean Jacques Salomon (1973, 60) y el mito del progreso humano a través del progreso de la ciencia sea superado paradójicamente por ese mismo progreso.

La crítica de la ciencia que se ha hecho ya tópica merece alguna revisión, entre otras cosas porque surge en buena medida de una ciencia malentendida. El poder social de la ciencia y de la técnica no determina causalmente todos los aspectos y fases de la vida humana, como temen o esperan quienes ven en esta determinación un destino inexorable de la modernidad. Esta suposición se apoya en una equivocada comprensión del poder social del conocimiento científico; no tiene en cuenta que también en las sociedades modernas hay límites para el saber científico. Ya Max Weber y Karl Manheim llamaron la atención sobre el hecho de que el proceso capitalista-racionalista tenía sus límites y sólo era capaz de imponerse en determinadas dimensiones.

Los efectos dramáticos de la ciencia sobre el mundo de la vida no implican necesariamente que todos interioricen una visión científica del mundo, que el sentido común sea sustituido por el pensar científico, que el poder político sea ejercido de una manera central y autoritaria, que no existan límites para la realización e implementación del saber científico o que esas realizaciones estén exentas de riesgo. La planificación también podría conducir a un aumento de flexibilidad, de acciones alternativas, de consecuencias prácticas no anticipables, etc. que no justifican los temores frente a un tipo de control calculador.

Por otra parte, el concepto de técnica aquí manejado contiene algunas premisas cuestionables. En primer lugar, se da por supuesto que los procesos sociales tienen una especie de ilimitada elasticidad y maleabilidad frente a la lógica de la técnica. Esta idea se basa en la dudosa tesis de una radical disponibilidad de la historia que obedeciera dócilmente a nuestros objetivos técnicos. En segundo lugar, el desarrollo técnico es concebido como un proceso autónomo, que se sostiene por sí mismo. Pero es muy improbable, a mi juicio, que el desarrollo de la técnica esté impulsado exclusivamente por una singular lógica autorreferencial de crecimiento, a saber, la de la mejor o más eficiente solución de un problema concreto. Más bien ocurre que preferencias que no son de carácter técnico hacen posible la mejora de un proceso, por ejemplo, que una de las soluciones técnicas posibles sea considerada como la mejor y llevada así a la práctica (Krohn y Rammert 1985). La introducción de nuevas tecnologías o la renuncia a nuevos desarrollos técnicos no se decide exclusivamente según criterios técnicos. La técnica no se impone absolutamente cuando los criterios para preferir una determinada solución técnica están en otras esferas de la vida, lo que parece ocurrir cuando la decisión se adopta conforme a oportunidades políticas, estéticas o morales.

Uno de los principales presupuestos de la ciencia moderna era su capacidad sustitutoria de los demás saberes. Los partidarios y los enemigos de la ciencia y la técnica modernas compartían el convencimiento de que el saber científico eliminaba el saber de cualquier otro tipo (Marcuse [1964]; Schelsky 1965; Bell 1973). Consideraban que las convicciones tradicionales o irracionales serían disueltas por una racionalización de la acción social. También las primeras teorías de la sociedad del conocimiento estaban marcadas por el peso de la concepción positivista de la ciencia. Lane (1966) reflejaba el optimismo de comienzos de los años sesenta cuando expresaba su convencimiento de que el pensamiento científico disolvería y sustituiría radicalmente al saber anterior, declarándolo inapropiado o incluso irracional. Pero esta supuesta eliminación gradual de las seguridades, identidades, ideologías y expectativas tradicionales es más un deseo o un temor que una realidad efectiva. La ciencia y la técnica aseguran también la supervivencia de formas de acción existentes; en cierto sentido podría incluso decirse que son responsables de que muchos modos convencionales de pensar y actuar no pierdan su validez. Cuando se analizan las cosas con menos entusiasmo o temor, el conocimiento científico pierde su vinculación con el determinismo positivista y aquella lógica que podríamos llamar “sustituista”.

Otro de los lugares comunes de la crítica a la civilización técnica y científica es la supuestamente imparable concentración de poder, que se hace patente en la sofisticación del control sobre la sociedad. En última instancia, las nuevas tecnologías vendrían a fortalecer las condiciones de aquel panopticum ensalzado por Bentham en 1791 como instancia de control (Foucault 1975). Es indudable que con las nuevas tecnologías de la información la vigilancia puede ser organizada de manera mucho más eficiente que en las sociedades premodernas (Giddens 1990, 22). Pero queda abierta la cuestión de si la sociedad actual derivará hacia un estado autoritario perfectamente organizado o si más bien esa misma evolución establecerá la posibilidad de una democratización radical. Por un lado, determinadas técnicas pueden poner en marcha un desarrollo alarmante porque, como muchos temen, posibilitan una vigilancia centralizada y perfecta. Y simultáneamente ese desarrollo técnico es el que permite un alto grado de descentralización, iniciativas locales, estancias flexibles e incluso una vigilancia efectiva y asequible sobre los vigilantes.

Las constricciones sociales específicas de una sociedad del conocimiento no son las mismas que las analizadas por las teorías tradicionales de las relaciones de poder en general y del poder político en particular. En el concepto tradicional de poder su posesión y su uso son conscientemente pretendidos; las responsabilidades pueden ser asignadas, las utilidades o los costes del ejercicio del poder están por lo general claramente repartidos y resultan calculables. Pero cualquier investigación acerca del ejercicio del poder en una sociedad del conocimiento ha de tomar como punto de partida una difuminación de los centros de decisión en nuestras sociedades, así como el hecho de que ha cambiado sustancialmente el tipo de poder que proporciona el conocimiento, si se lo compara con el que se esperaba de la ciencia y la técnica en los orígenes de la modernidad.

En las sociedades del conocimiento la acción humana está fuertemente condicionada por las circunstancias que se siguen del saber científico y de los artefactos técnicos. Pero, al mismo tiempo, también ocurre que las formas de pensar y de actuar en esa sociedad pueden ser más efectivamente protegidas frente al influjo de la ciencia, en la medida en que se mejoran decisivamente las condiciones de posibilidad para dicha resistencia. La influencia creciente de la ciencia y de la técnica discurre al mismo tiempo que una elevada contingencia y fragilidad de la acción social, y no conduce en absoluto a una superación definitiva de la “irracionalidad” en virtud de la “racionalidad” producida por la ciencia.

Lo que caracteriza principalmente a la sociedad del conocimiento es el hecho de que la ciencia y la técnica proporcionan posibilidades de acción para un número creciente de autores, que incluso perfeccionan decisivamente la resistencia contra una homogeneización del comportamiento en esa sociedad. La ciencia y la técnica multiplican e intensifican las posibilidades de oposición frente a las evoluciones que ellas mismas han desatado. No solamente configuran poderes que limitan las posibilidades de elección, despliegan controles más eficaces y solidifican las relaciones de dominación y desigualdades existentes; gracias a ese mismo saber es posible ampliar las posibilidades de acción, influir sobre los poderosos, desmitificar autoridades, configurar nuevos grupos y autores. Por lo que se refiere al poder, no debería considerarse el saber sólo como un medio de coerción —tal como aparece al menos implícitamente en muchas concepciones del poder— sino también como una posibilidad de defenderse frente a él, de organizar oposición o de eludirlo. Por eso no es contradictorio afirmar que en las sociedades del conocimiento hay un aumento de estabilidad y constancia paralelo al incremento de inseguridad y fragilidad.

Las dificultades que resisten a la concentración del saber tienen mucho que ver con la desaparición de un punto central autoritario de la sociedad. Utilizando una metáfora de Alain Touraine (1984), en la sociedad del conocimiento los actores no se relacionan con un punto central sino más bien con centros separados de decisión que forman un mosaico en lugar de una pirámide. Pese al discurso que denuncia la homogeneización, la sociedad actual ya no tiene unos pocos influyentes (o monolíticos) partidos políticos, estructuras familiares, sindicatos, comunidades religiosas, grupos étnicos, estratos sociales o clases. En cada una de esas formas de organización social se observa un proceso de descentramiento o relajamiento. Y la razón de ese proceso ha de buscarse en la naturaleza misma de ese saber que se ha constituido en el paradigma para entender la sociedad actual, en el tipo de poder que proporciona y en la debilidad que le es propia.

b. Poder y debilidad del conocimiento

Es ya un lugar común entre sus teóricos la afirmación de que en la sociedad del conocimiento la influencia colectiva, el ejercicio del poder y del dominio están mediatizados de manera creciente por el saber. El saber adopta cada vez más la función de los clásicos factores de producción, como la propiedad, el trabajo y la tierra. La aplicación de saber y no del tradicional aparato de poder se ha convertido en el medio de poder dominante y preferente de la acción social. Este cambio obliga a repensar la organización social examinando las características de un saber que tampoco es el mismo que el saber que tenían a la vista los sociólogos clásicos. Las teorías clásicas de la sociedad dependían excesivamente de una concepción más bien determinista de la evolución social y no habían reflexionado suficientemente sobre el poder y la impotencia del conocimiento científico.

El saber de las sociedades del conocimiento es un saber fundamentalmente disperso. La competencia que confiere el saber está tan diversificada y es tan sustituible y combinable que las distinciones sociales concretas en la sociedad del conocimiento son menos coherentes, unidimensionales y homogéneas que las de la sociedad industrial. El saber resulta cada vez más accesible, directa o indirectamente, a cada vez mayores sectores de la población.

La flexibilidad del saber se pone también de manifiesto en el hecho de que sus aplicaciones prácticas son menos evidentes, indiscutidas y explícitas que en las sociedades tradicionales. El saber está menos vinculado a estructuras sociales definitivas. Los cambios más recientes de la estructura social dependen de que la construcción social del saber se ha modificado. Me refiero a la importancia creciente de la (re)interpretación del saber y, en consecuencia, la pérdida de sus atributos típicos: seguro, fiable, definitivo, no controvertido, etc. La interpretación del saber y la reproducción del saber se han convertido en tareas sociales decisivas.

Por esa misma razón el progreso de la ciencia no significa que se facilite la planificación, la predicción y el control políticos. En determinadas circunstancias el progreso científico va unido a los desarrollos opuestos en la línea de una creciente fragilidad de la sociedad, a una mayor conciencia de los límites que acompañan necesariamente a todo saber. Los límites a los que me refiero son de carácter epistemológico; son límites puestos por el conocimiento científico mismo. La propia maquinaria de la ciencia —observaba Gehlen (1949, 12)— ejerce una coacción sobre el científico. No me parece acertado entender los límites del poder de la ciencia como una irracionalidad irreductible, como una carencia de ilustración de determinados grupos sociales o incluso como resultado de un empeño consciente de la ciencia para mantener a la población en la oscuridad con el fin de asegurar su propio poder. Lo más relevante para entender la sociedad en que vivimos sería descubrir las cualidades cognitivas y sociales que explican por qué el saber no científico tiene un nicho social significativo en las sociedades modernas.

Esta supuesta dinámica de sustitución de toda forma de racionalidad no científica fue cuestionada hace tiempo. Ya Durkheim no compartía la opinión de Comte de que las verdades científicas fueran a disolver radicalmente las expresiones mitológicas. En las verdades mitológicas se trata de expresiones que son aceptadas sin mayor comprobación, mientras que las científicas estarían sometidas a la verificación. Ahora bien, la acción social está continuamente bajo la presión del tiempo y no puede esperar a que los problemas sociales sean solucionados científicamente. Entre las condiciones de producción del saber científico está la suspensión de la escasez de tiempo y de la imperiosidad de actuar. El saber científico ha surgido generalmente bajo las condiciones de demora, distancia, examen y suspensión de las constricciones de la vida e incluso ha hecho de este retraimiento una característica esencial para la validez de esa forma de saber. Pero la vida no puede esperar (Durkheim [1912] 1994). La sociedad debe trabajar con determinadas concepciones acerca de ella misma. La inseguridad en la que trabaja la ciencia no es apropiada para la vida misma. Por decirlo con Pierre Bourdieu: se debe asignar a la praxis una lógica que plantee exigencias lógicas menos severas que la lógica de la lógica. La peculiaridad de la praxis consiste en que no permite una consideración teórica, pues la verdad de la praxis consiste en su ceguera respecto de su propia verdad (Bourdieu 1980). El hecho de que los sociólogos vayan siempre por detrás, el retraso del desarrollo científico permite a juicio de Durkheim la supervivencia de expresiones que podríamos llamar mitológicas. En las sociedades en que domina el conocimiento científico las verdades mitológicas no pierden su función social.

La idea de una marcha triunfante del saber científico y la consiguiente decadencia del saber tradicional supone al menos de modo implícito que, propiamente, sólo el saber científico progresa y que el saber no científico carece de toda dinámica progresiva. La impotencia del saber no científico encuentra su paralelo en la suposición de que la ciencia reduce continuamente el ámbito del saber tradicional, pero en absoluto lo acrecienta o incluso enriquece. Ahora bien, el saber científico remite a otras formas de saber, especialmente al saber común, al que no puede sustituir (Luckmann 1981). Y además, la ciencia misma es una fuente de crecimiento y de evolución del saber no científico (Brzezinski 1970). Mientras que nuestro conocimiento continúa incrementándose exponencialmente, nuestra ignorancia relevante lo hace incluso con mayor rapidez. Esta es la ignorancia generada por la ciencia (J. Ravetz 1987, 100). El progreso del conocimiento científico y sobre todo su aplicación práctica llevan consigo nuevos problemas irresueltos, efectos secundarios y riesgos. Desde este punto de vista, el discurso científico produce ignorancia, aunque sea certified ignorance.

La expansión del saber no está necesariamente acompañada por una reducción paralela del no saber y por un mejoramiento de la abarcabilidad. Al contrario, un crecimiento del saber puede muy bien suponer una explosión de confusión, inseguridad y una escasez de previsibilidad de la acción futura. La ciencia inaugura una pluralidad de posibilidades; pero con cada satisfacción, con cada conocimiento la ciencia produce una masa de nuevas preguntas, toda una nueva corriente de insatisfacción humana (Richta 1972, 249).

Entre las nuevas ignorancias una de las más evidentes es la que se sigue de la impredecibilidad de los movimientos iniciados. Muchos de los cambios que tienen su origen en causas científicas se sustraen paradójicamente del control racional, la planificación, la programación o la previsión. Consecuencias azarosas, no anticipadas, riesgos difícilmente reconocibles juegan ahora un papel más relevante que en las llamadas sociedades industriales. Me parece muy atinada la observación de Hermann Lübbe (1987, 95) sobre nuestra incapacidad colectiva de anticipar el futuro: la inexactitud de las predicciones ha aumentado en comparación con el saber del que disponemos. Todo presente anterior, en relación con el nuestro, disfrutó de la ventaja cultural extraordinaria de poder decir sobre su propio futuro cosas mucho más exactas que lo que podamos hacerlo nosotros. Lübbe se refiere fundamentalmente al saber técnico en sus observaciones acerca de la relación entre inseguridad y volumen del saber. La cantidad de las situaciones que modifican las condiciones estructurales de la vida aumenta proporcionalmente al volumen del saber disponible. La exactitud y la validez de los pronósticos no son mejoradas por el progreso del saber sino reducidas. La sociedad moderna es crecientemente frágil. Y esta tendencia se acentúa aunque —o precisamente porque— crece nuestro conocimiento de la naturaleza y de la sociedad. Se da la paradoja de que un aumento de nuestro saber pueda proporcionarnos un mejor conocimiento de sus límites. El saber no es nunca absoluto y deja de pretenderlo cuanto mayor es su alcance.

Una posible reserva ante este panorama de posibilidades liberadoras de la sociedad del conocimiento consiste en apelar a una tiranía de los expertos (Lieberman 1970) y a la consiguiente pérdida de las evidencias y derechos particulares. Hay quien sostiene que la técnica hace su propia política y que sus imperativos sirven a los intereses de la élite dominante (McDermott 1969). Esta advertencia merece ser analizada porque a menudo se apoya en una visión inexacta del significado social del crecimiento de las profesiones basadas en el saber. Esto no significa por ejemplo que la diferencia entre el conocimiento científico y el saber común sea cada vez mayor. Habermas sostiene que la racionalización empobrece progresivamente el mundo de la vida y aumenta la distancia entre la cultura de los expertos y el público. Pero este desarrollo no es inevitable. La necesidad de abandonarse de manera creciente a los expertos no tiene por qué ir necesariamente unida a un empobrecimiento de la vida cotidiana, de las formas y saberes que en ella se cultivan, ni a fortalecer la capacidad de manipular y controlar a los individuos. Más aún: la relativamente abierta facilidad de acceso a un asesoramiento especializado tiene consecuencias emancipatorias para el individuo.

La tradicional equiparación de saber y poder entendía el saber como algo que puede ser controlado privadamente y de este modo limitado su acceso. Y el poder político tradicional incluye la posibilidad de limitar las libertades individuales, de imponer la propia voluntad contra la resistencia de otros, de forzar la obediencia, de amenazar con la coacción y de perseguir administrativamente, sin excluir la posibilidad de la violencia física. No son estos el tipo de saber y de poder específicos de las sociedades del conocimiento. No se trata de que el poder pase a otras manos sino de que se modifican el modo y el contenido del poder y, por consiguiente, también los medios y su alcance.

Por otra parte, el dominio social adjudicado a la ciencia presupone un grado de coherencia y una unidad de intereses que no se observa entre los expertos técnicos y en los discursos que remiten a la autoridad de la ciencia. Hay una imagen extendida de la ciencia como un edificio cimentado sobre el consenso que no se compadece bien con el hecho de que es más bien una comunidad en la que las disputas acerca de las estrategias de investigación y la interpretación de los resultados de la investigación son bastante virulentas. Los expertos no actúan como una unidad, el saber especializado no es unitario ni parece que en el futuro vaya a haber un consenso definitivo entre los expertos. Más bien ocurre que el descubrimiento del poder y la simultánea fragilidad del conocimiento científico lleva a debilitar la autoridad de los expertos y al escepticismo frente a la idea de que la opinión de un experto sea imparcial y objetiva. La experiencia enseña que las controversias técnicas tienen la forma de una competición entre interpretaciones de una situación (Barnes 1985, 106). Nada más alejado de la realidad que una élite conspirativa rendida pacíficamente ante la objetividad de sus procedimientos y aglutinada por un mismo objetivo común contra los inexpertos.

Es muy cuestionable la tesis de una nueva clase, de nuevas formas de oposición entre clases, para los nuevos conflictos políticos y económicos (Galbraith 1967; Larson 1984). Esto equivaldría a suponer que los expertos pueden desarrollar una suficiente coherencia de intereses, organización y solidaridad política, lo cual no sería tampoco suficiente para formar una clase. No parece oportuno el uso del concepto tradicional de clase cuando la extensión de la ciencia en las actuales relaciones sociales lleva consigo una peculiar fragilidad de la estructura social que se muestra como un obstáculo para la formación de monopolios. Contra esta ficción puede establecerse con alguna seguridad que los grupos profesionales no han tomado el mando de la sociedad del conocimiento. Y esto no es tanto el resultado de la modestia de los expertos o su aversión al poder, sino que depende simplemente de los asuntos que tramitan. La movilización y aplicación de esas especialidades disminuyen paradójicamente —y seguro que de manera no intencionada— la verosimilitud de que ese grupo de expertos asuma una posición social dominante. En la medida en que el saber es capacidad de acción, de hacer algo o de poner algo en marcha, los clientes de los expertos pierden siempre un cierto grado de su dependencia, aunque sólo sea porque pueden poner en cuestión el saber que se les ha puesto a disposición.

Otra de las críticas que se viene abajo al analizar las sociedades del conocimiento es la que denuncia una homogeneización general. Hay una pluralidad de identidades locales, regionales o nacionales que hacen frente con éxito al proceso mundial de homogeneización por los mismos motivos que señalaba anteriormente para poner en duda la sustitución de todas las formas de saber por el conocimiento científico. Pero lo que hace más improbable esta igualación universal es la naturaleza misma del conocimiento que gestionan y tramitan nuestras sociedades: su carácter interpretativo y contextual, la diversidad de sus posibilidades de aplicación, su disponibilidad flexible. Como subraya Ralf Dahrendorf (1980, 753), los límites de la homogeneización tienen que ver con el hecho de que, toda cultura ha integrado los símbolos de la modernidad en su propia tradición; cada una hace de esos símbolos parte de su vida y sólo de ella. Con otras palabras, sería falso pensar, como lo hace la concepción extrema de la homogeneización, los contextos sociales locales como en situaciones exclusivamente pasivas frente a las influencias exteriores. Las situaciones locales no solamente ofrecen resistencia sino que tienen recursos para “asimilar” activamente prácticas culturales importadas. Las prácticas y los productos culturales no determinan de una vez para siempre soberanamente su modo de uso y aplicación al margen de los contextos de aplicación.

Nos hemos acostumbrado a considerar el saber como un instrumento para consolidar las relaciones de poder existentes, como si el progreso de la ciencia jugara siempre en favor de los más poderosos, pudiera ser fácilmente monopolizado por ellos y eliminara con éxito las formas tradicionales de saber. Pienso que esta idea de la ciencia como un instrumento eminentemente represivo y favorecedor de los poderosos es inexacta. Por eso cabe decir que en la nueva Alejandría global de la información computerizada no hay una seguridad perceptiva última, ninguna validación última de un texto remite a un original escrito o a una autoridad original. Es una cultura basada en una noción del conocimiento incesantemente interpretativo (A. Smith 1986, 162). El saber es un potencial liberador para muchos individuos y grupos. Precisamente las dificultades y los espacios de interpretación que acompañan al saber son lo que abren una serie de oportunidades de influencia y actuación frente a los expertos y al saber autoritario (Smith/Wynne 1989). La mera necesidad de que el saber deba ser siempre re-producido y que los actores deban apropiárselo, proporciona la posibilidad —por así decirlo— de estampar en el saber una marca personal. El proceso de apropiación deja algunas huellas. En el curso de esta actividad de apropiación, los agentes se hacen con nuevas capacidades cognoscitivas, profundizan en las que ya poseen y mejoran en general la eficacia de su trato con el saber, lo que a su vez les permite también desenvolverse con mayor capacidad crítica frente a las nuevas ofertas de saber y descubrir posibilidades de acción inéditas. La distribución social del saber no tiene las propiedades de un juego de suma cero.

c. La estructura de las sociedades del conocimiento

Nuestra concepción de la estructura social está todavía hoy fuertemente vinculada a la teoría de la sociedad industrial. En esta sociedad las jerarquías sociales se construyen y legitiman por relación al proceso de producción y las consecuencias de su organización específica. De manera muy similar, casi todos los teóricos de la sociedad postindustrial partían del supuesto de que la realidad social, económica y cultural estaría determinada por la racionalización y la planificación, y que los instrumentos de ese vigilancia estarían concentrados en manos de los organismos estatales. Esta tesis implicaba que habría de ser más fácil controlar administrativamente los comportamientos individuales, subsumir en protocolos administrativos cualquier movimiento social.

Ahora bien, en la medida en que el trabajo es llevado a cabo crecientemente por profesiones del saber, que pertenecen a los grupos políticamente más activos de una sociedad, tiene que modificarse necesariamente la configuración del sistema político. Habrán de cambiar especialmente las posibilidades de reproducir las tradicionales relaciones de dependencia. En la sociedad del conocimiento, las posibilidades de acción de los individuos y los pequeños grupos de personas se han ampliado considerablemente, aunque no debe suponerse que esta ampliación de la capacidad operativa valga para todos los niveles de acción y para todos los actores. Pero, en términos generales, estos cambios conducen a una autoridad estatal más superficial y volátil. Al menos en este sentido se puede concluir que el crecimiento del saber y su progresiva expansión social crean mayor inseguridad y contingencia; no son la base para un dominio más eficiente de instituciones sociales centrales.

En las sociedades del conocimiento la fragilidad de las estructuras sociales aumenta considerablemente. La capacidad de la sociedad de actuar sobre ella misma es incomparablemente elevada. Pero las sociedades del conocimiento son políticamente frágiles no porque sean democracias liberales —como muchos conservadores quisieran sostener— sino porque son sociedades del conocimiento. Las sociedades del conocimiento incrementan el carácter democrático de las democracias liberales. En la medida en que crecen las oportunidades de muchos para participar efectivamente disminuye la capacidad del estado para imponer su voluntad. La “resistencia” de las circunstancias se ha vuelto mucho más significativa y el ejercicio del poder está más equilibrado que en las antiguas sociedades industriales. El extendido poder de disposición sobre el saber reflexivo reduce la capacidad de las instancias tradicionales de control para exigir e imponer disciplina y conformidad. Las posibilidades de ejercer una presión contraria han aumentado de manera más que proporcional.

El conocimiento científico abre unas posibilidades de actuación que continuamente se amplían y modifican. En contraposición a la imagen ortodoxa de las sociedades modernas, se hace necesario insistir en la capacidad de acción conquistada para los agentes sociales, en la flexibilidad, heterogeneidad y volatilidad de las estructuras sociales, en la posibilidad de que un mayor número de individuos o grupos puedan influir y reproducir según su criterio esas estructuras. También se ha fortalecido la capacidad del individuo de actuar en su propio interés. La ciencia se convierte en un componente de la política porque el modo científico de comprender la realidad es utilizado para definir el interés que los actores políticos articulan y defienden (Haas 1990, 11). La explicación y la imposición de intereses políticos se basa en buena parte en concepciones de la sociedad tal como son articuladas en la ciencia. Pero no debe olvidarse que la política apoyada en un saber científico también puede ser una política de oposición y resistencia. Debido a que el discurso científico moderno no tiene unas propiedades monolíticas, se convierte en un recurso de acción política para individuos, grupos y organizaciones que persiguen intereses y fines muy diversos. La ciencia no es sólo un instrumento armonizador, que aparca conflictos y modera las tensiones. El saber aumenta la capacidad de acción de todos, no únicamente de los poderosos.

En la mayor parte de los análisis de los críticos sociales se da por hecho que la sociedad moderna es una unidad de civilización que tiende a la homogeneización de todos los ámbitos de la vida y las formas de expresión. Muchas observaciones de este estilo contienen un crudo determinismo precisamente porque no aciertan a entender que el tipo de saber que configura las sociedades del conocimiento no es el saber disciplinado y exacto de las ciencias positivas sino otro más flexible y frágil desde el que no resulta fácil establecer una organización social rígida.

Así pues, el proceso de modernización debe ser entendido de una manera menos rígida y unívoca. Incluso los conceptos de diferenciación funcional y racionalización de la realidad social que eran considerados como el motor de las sociedades modernas deben ceder el paso a versiones más abiertas de la evolución social. Por ejemplo, el principio de fragmentación de la sociedad, en virtud del cual ésta pierde su centro y se configura en una serie de subsistemas autónomos, debe ser corregido para registrar también movimientos de sentido contrario. Concepciones de la sociedad menos deterministas hablan ya de procesos de integración y des-diferenciación (Tilly 1984, 48) que pueden a su vez modificar la tendencia dominante de las sociedades modernas en la línea de una mayor variabilidad, fragilidad y contingencia de los nexos sociales. La idea de una única tendencia evolutiva es por consiguiente muy cuestionable. Es significativo que muchos límites no cumplan su función de barrera, que haya posibilidades inéditas de tránsito entre fronteras supuestamente impermeables. El proceso de modernización no ha de entenderse como el decurso de estadios evolutivos estrictamente predeterminados sino como un proceso abierto, a menudo incluso reversible, de expansión de la acción social. La modernización sería entonces un proceso múltiple y no lineal de extensión de las posibilidades operativas.

El aumento del control social del saber es uno de esos fenómenos que contribuye a modificar el estatuto que al saber se le asigna en las críticas a la civilización tecnológica y científica. La misma existencia de este control es un indicativo de cómo la esfera del saber no se ha autonomizado absolutamente y es susceptible de control desde otros ámbitos sociales como el derecho o la política.

En un principio, la ciencia y la técnica pueden ser fácilmente puestas al servicio de cualquier decisión. El carácter exotérico, inaccesible a muchos, de la ciencia convierte al sistema científico en un recurso para simbolizar independencia y objetividad. Por eso la ciencia se ha erigido frecuentemente en una autoridad de la que puede disponerse para las decisiones controvertidas. Pero una cierta desconfianza ha acompañado siempre al desarrollo de la ciencia y la técnica, sin que parezca que en el futuro vaya a ser de otra manera. Se da una coincidencia curiosa en la sociedad contemporánea: junto a una pérdida de temor y respeto frente a la autoridad y las disposiciones de la administración estatal hay que registrar también una preocupación creciente por los efectos negativos del progreso técnico y científico. Los problemas de medio ambiente, las consecuencias del uso de determinados artefactos técnicos, la percepción de que no todos los problemas sociales pueden ser controlados racionalmente ni evitados o resueltos mediante la planificación son indicativos de que la ciencia y la técnica ya no gozan de la confianza general e incuestionada. Es como si la disminución del miedo se viera compensado por un aumento de las preocupaciones.

Mientras tanto el control social del conocimiento científico y del saber técnico ha aumentado considerablemente. En todos los países desarrollados existen complejas prescripciones y un gran número de organizaciones que se ocupan de registrar, permitir, verificar y supervisar ya sea productos farmacéuticos, el uso de tecnologías de alto riesgo, los modos de investigación, las patentes o el control de los alimentos. Ya no nos encontramos en la época de una esfera científica completamente autónoma y celosa de cualquier intervención exterior. La aplicación del conocimiento científico conduce a que el saber se convierta en parte de un contexto social externo, no científico. Una consecuencia de esta incorporación del conocimiento científico en un contexto exterior al sistema de la ciencia es que los mecanismos de control allí existentes influyen en el saber. El saber no se puede librar de los procesos de selectividad de esos contextos. Por eso actualmente la supervisión política del conocimiento ya no es lamentada como una ruptura intolerable de las normas científicas. En la medida en que el saber se convierte en un componente constitutivo de las sociedades, la producción, reproducción, distribución y realización del saber no puede sustraerse a la discusión política explícita y las disposiciones jurídicas. La producción y distribución del saber se han convertido en cuestiones habituales de la política y en objeto de decisiones económicas.

Con la sociedad del conocimiento estamos en una situación en la que ya no ocurre que unos pocos actores controlan casi todo, sino más bien que muchos controlan más bien poco. Ese saber es más disponible para todos, por lo que se reduce la capacidad de las instancias tradicionales de control para imponer su disciplina. Las capacidades de influir, ejercer resistencia y hacerse valer han aumentado de manera más que proporcional en el individuo y en los diversos grupos que configuran la sociedad civil. Al descubrir estas posibilidades se abren también nuevas formas de ejercer la libertad y pierde fuerza la pesadilla de una sutil manipulación. Con el progreso de la ciencia ha de disminuir la fe en ella: el asombro dura poco, lo que tarda en desvanecerse el fantasma que pensamos habita en la máquina hasta que conocemos su funcionamiento. Saber es saber lo precario que es el saber, lo disperso que está, su fácil acceso, su vulnerabilidad a la crítica, su debilidad para combatir la tozudez del sentido común y las costumbres inveteradas, en suma: que la vida es poco gobernable y que la última garantía de la libertad personal es la pereza de las cosas a ser manejadas.

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Fonte: Daniel Innerarity
www.raison-publique.fr – 29 jun 2010

No tener acceso a Internet genera más angustia que la privación de sexo

Cuatro de cada diez españoles (el 42%) reconocen que la situación que más angustia les provoca es saber que no podrán conectarse a Internet durante una semana; mientras que sólo el 37% reconoce que lo que más ansiedad les provoca es no mantener relaciones sexuales.

Y es que, según un estudio realizado por conZumo en base a más de 600 respuestas de internautas, Internet se ha convertido en algo tan fundamental en la vida de los españoles que estos lo sitúan incluso por delante del sexo en su orden de prioridades.

El 75% de los encuestados ha confesado que navegar por la red les ha hecho perder tiempo de sueño

Así las cosas, el 42% de los hombres y mujeres – no se revelaron diferencias entre sexos – afirma que lo que les provoca más angustia es saber que no podrán acceder a Internet durante una semana, una situación seguida de cerca por la privación de relaciones sexuales durante el mismo periodo, algo que es lo que más angustia al 34% de mujeres y al 42% de los hombres.

El móvil tampoco se queda atrás en esta comparativa y dos de cada diez españoles (24% de mujeres y 16% de hombres)declaran que no poder emplearlo en una semana les provocaría ansiedad.

Las horas de sueño también se ven alteradas por el uso de Internet. Así, el 75% de los encuestados ha confesado que navegar por la red les ha hecho perder tiempo de sueño, mientras que sólo el 13% han respondido que el culpable es el teléfono móvil. El sexo, por su parte, quita el sueño al 30%, muy por debajo de lo que consigue Internet.

Pero, ¿y si ponen a los españoles en el aprieto de elegir entre un ordenador con acceso a Internet, un teléfono móvil o su pareja para pasar un mes recluido en una celda? Ante esta situación la pareja sale ganando con un 57%, si bien Internet no obtiene malos resultados ya que un 39% de los españoles lo prefiere a estar con su pareja. El teléfono móvil, por su parte, es el gran olvidado ante una situación así, puesto que sólo un 4% elegiría un móvil de última generación.

En cuanto al tiempo máximo sin practicar estas actividades, el teléfono móvil se convierte en algo imprescindible, ya que el 70% de los encuestados no han pasado más de un día sin usarlo. Le sigue Internet con un 51% y tan sólo un 18% respondieron que practican sexo todos los días.

Fonte: EUROPA PRESS 27 mayo 2010

Italianos aprendem português com livro feito por crianças de Juripiranga (PB)

Quando ouviu a sugestão de fazer um livro digital com seus alunos, a professora Jocileia Izidorio, que dá aula para uma turma de correção de fluxo na cidade de Juripiranga, na Paraíba (a 60 km de João Pessoa), não imaginava que a obra iria terminar na Itália –e traduzida. “Fiquei bestinha com a história”, disse.

O livro, feito por 15 crianças com idades entre 8 e 15 anos, retrata o cotidiano da cidade do interior paraibano com cerca de 10 mil habitantes e economia baseada na produção de vassouras com palha de carnaúba. O tema –“Juripiranga, este é o meu lugar”– foi sugerido pelas próprias crianças. A edição digital ficou a cargo da Editora Plus, uma organização sem fins lucrativos e especializada em e-books.

“A gente falou da cultura de Juripiranga. Foi feito gradualmente: o campo, a produção da vassoura. Eu e os alunos visitamos. Eles escreviam o que eles viam. Não foi nada imposto. Eles escolhiam os temas”, afirmou.

A linguagem fácil e descomplicada chamou a atenção do professor José Fernando Tavares, que dá aula de português brasileiro em San Benedetto del Tronto, no litoral italiano do mar Adriático. Ele é designer dos livros da editora online e decidiu usar o “Juripiranga” em sala. Foi o suficiente para os alunos se empolgarem e mandarem traduzir a obra.

“Usei o livro como texto para leitura e análise de frases simples e também como exercício de tradução para o italiano. Como o pessoal gostou do livro, decidimos fazer uma tradução mais profissional. Aproveitando das traduções feitas na sala de aula, mandei o material para um meu amigo brasileiro que vive há anos na Itália e que trabalha como tradutor”, disse Tavares.

A turma de Jocileia, na época, era destinada a estudantes que tinham baixo rendimento nas séries que cursavam e acabavam encaminhados à correção de fluxo. Fazer o livro foi um projeto que animou a garotada.  “Saber que um livro foi pra outro país tornou ainda mais orgulho”, afirmou.

Se quiser fazer o download do livro, basta acessar a página na Editora Plus.

Fonte: Portal uol, 22 maio 2010

Empresa que fabrica iPhone na China tem oitavo suicídio em 2010

Balinese cremation tower during a ceremony

Um empregado das fábricas chinesas do gigante tecnológico taiuanês Foxconn, fabricante do iPhone para a Apple (entre outros produtos), se matou nesta sexta-feira ao se jogar de um prédio da empresa, no oitavo suicídio de um funcionário da empresa em 2010, segundo a agência oficial “Xinhua”.

O suicida, chamado Nan Gang, de 21 anos, se matou às 4h50 locais (17h50 de quinta-feira em Brasília), se jogando pela janela de um dos edifícios da companhia em Shenzhen, principal centro da indústria tecnológica da China.

A Foxconn, que faz parte do conglomerado taiuanês Hon Hai, registrou dez tentativas de suicídio entre seus empregados este ano — dois deles fracassaram.

A onda de incidentes deste tipo levou os responsáveis da empresa a contratarem psicólogos e até monges budistas que realizaram cerimônias para afastar “maus espíritos”.

Também foi implantado um sistema de atendimento psicológico por telefone para os trabalhadores, que, segundo seus responsáveis, atendeu cerca de 30 chamadas de operários com depressão e pensamentos suicidas.

Todas as vítimas eram jovens de entre 18 e 23 anos, que começavam a trabalhar na empresa. A estranha onda de suicídios motivou um intenso debate entre especialistas, que se perguntam se as novas gerações de trabalhadores chineses estão preparadas para aguentar as mesmas condições de trabalho de seus antecessores, após terem passado a infância e a adolescência de forma mais tranquila.

Apesar de a Foxconn ser uma empresa de grande prestígio entre os chineses, as condições são semelhantes às de milhares de indústrias de todo o país, com longas cargas horárias, grandes exigências aos trabalhadores e poucas ofertas de lazer e relaxamento para os funcionários, que vivem em cinzentos dormitórios quase sem contato com amigos e longe da família.

No entanto, também há especialistas que afirmam que a taxa de suicídios na Foxconn não é tão alarmante devido ao tamanho da empresa (que tem 700 mil trabalhadores, dos quais 400 mil estão em Shenzhen), e o número estaria abaixo da média nacional (14 suicídios por cada 100 mil habitantes).

A Foxconn também fabrica os consoles PlayStation, Wii e XBOX (para Sony, Nintendo e Microsoft, respectivamente) e o leitor eletrônico Kindle para a Amazon.

Antes dos suicídios deste ano, um empregado da mesma empresa se matou em 2009 após perder um protótipo de um novo iPhone.

Fonte: Efe, Pequim

A terceira revolução industrial ~ por Georg Meck

Um gigantesco parque eólico offshore no mar do Norte, uma grande usina geotérmica perto de Hannover e um projeto bilionário de energia solar no deserto. A Alemanha enfrenta, em grande estilo, os desafios da mudança climática com alta tecnologia verde

A Alemanha está surfando na onda verde. A indústria ambiental irá se transformar, até o ano 2020, no mais importante ramo e, assim, na máquina de empregos do país. “A tecnologia ambiental é a indústria guia do século 21”, diz Burkhard Schwenker, presidente da empresa de consultoria Roland Berger. Os consultores analisaram as perspectivas do ramo e ouviram 1300 empresas e 200 instituições de pesquisa. O resultado é motivo para esperanças impressionantes. O faturamento da indústria ambiental mundial deverá mais que dobrar até o ano 2020, alcançando 3100 bilhões de euros. E a Alemanha está marchando bem à frente, graças a seus campeões verdes. Negócios com sol, vento e água são hoje vitoriosos bens de exportação.

Empresas alemãs estão entre as líderes tecnológicas mundiais. Suas fatias no mercado internacional, em ramos promissores como o fotovoltaico, o termo-solar e o de energias eólica e hidráulica, estão entre 21 e 35%. Na produção de biogás, a Alemanha domina o mercado. “90% das instalações são fabricadas em nosso país”, diz o consultor Torsten Henzelmann. No ano 2020, 14% do produto interno bruto alemão virão da conta do novo ramo. Em uma década, 2,2 milhões de pessoas encontrarão trabalho no setor. No momento, o número está pela metade, com 1,1 milhão de postos de trabalho.

A economia, consequentemente, está diante de uma mudança profunda. Não será mais a indústria automobilística, nem a química, nem a mecânica que irá marcar o país, mas sim a alta tecnologia verde. Ela gerará empregos e bem-estar. Fato é que, há tempos, a alta tecnologia verde deixou de ser um nicho para tornar-se o centro das atenções. Nesta evolução, o movimento ecológico dos primeiros anos favoreceu o sucesso, sem dúvida. Ele preparou o terreno na sociedade e na formação política. Leis ambientais rigorosas e apoio, na forma de subvenções, contribuíram para o despontar das empresas ambientais. “A tecnologia ambiental é um dos filhos mais queridos da política e recebe o correspondente apoio”, diz Henzelmann.

Afinada com o espírito da contemporaneidade, a habilidade engenheira alemã pôde desdobrar-se e comprovar sua maestria numa série de áreas: energias renováveis, eficiência em matérias-primas e em materiais, mobilidade sustentável, economia hídrica ecológica e eliminação de resíduos. A tecnologia verde made in Germany disputa sempre a dianteira. Os Estados Unidos e a China, entretanto, estão recuperando terreno, diz Dietmar Edler, do Instituto Alemão de Pesquisa Econômica (DIW) de Berlim. “A Alemanha poderá manter sua posição competitiva. Sua vantagem tecnológica e seu know how são apreciáveis”.

Como os lucros no ramo ambiental são atraentes, investidores privados destinam cada vez mais recursos para a tecnologia verde. Empresas start up associam-se a indústrias consolidadas. Elas colocam no ramo seu capital e sua experiência. A empresa de autopeças Bosch, por exemplo, declarou a tecnologia ambiental como um novo pilar de existência e está engajando-se, com altas somas, em firmas do setor. Mesmo representantes da velha economia não demonstram medo algum de interagir no setor ambiental. Assim, a indústria suábia Voith, um conglomerado familiar, com seus orgulhosos 140 anos, está realizando um projeto de geração de energia a partir das ondas do mar na costa da Escócia.

A Siemens, um dos maiores global players alemães e também já com 160 anos de idade, igualmente reconheceu a tendência, designando ultimamente a si própria “o maior conglomerado de infraestrutura verde do mundo”. Sob a palavra de ordem “­Complete Mobility”, a empresa de Munique se faz presente em todo o mundo quando se trata de eficiência energética. No Estado da Renânia do Norte-Vestfália, sob o título “Ruhr­pilot”, acontece o maior projeto europeu de gestão de trânsito. Em metrópoles como Oslo e Lisboa, a Siemens atua no transporte público urbano. E o conglomerado está entre a dúzia de renomadas firmas que propuseram o visionário projeto Desertec.

A ideia é ousada. O sol no Saara resolverá problemas energéticos. No deserto do norte da África, espera-se produzir energia sem CO2, que deverá satisfazer 15% das necessidades da Europa e grande parte da demanda nos países produtores. Os custos do projeto são estimados em aproximadamente 400 bilhões de euros. O início das obras ainda está em aberto. A energia deverá ser obtida em usinas termo-solares. Neste processo, a luz solar refletida por espelhos aquece um meio condutor de calor em tubos. Através de uma nova rede de condutores, a eletricidade será transportada por 3 mil quilômetros à Europa. Com seu alto grau de eficiência e os baixos custos de geração de eletricidade com tecnologias solares, usinas termo-solares já oferecem potencial para produzir, em médio prazo, eletricidade em regiões próximas à linha do Equador a custos comparáveis aos das usinas a combustíveis fósseis. Em outubro, deverá ser fundada a empresa planejadora do empreendimento. “Tanto o potencial ecológico quanto o econômico são enormes”, diz Torsten Jeworrek, membro do conselho diretor da Münchner Rück, uma das impulsionadoras do projeto.

A tecnologia necessária já pode ser vista em Jülich, cidade próxima a Aachen, mesmo que ainda em proporções modestas. Lá entrou em operação em agosto uma inédita usina solar: 2500 espelhos conduzem a luz do Sol para o topo de uma torre com 50 metros de altura. Nela, a energia solar é transformada em eletricidade. “Um portão para o futuro das energias regenerativas”, diz o ministro do Meio Ambiente, Sigmar Gabriel. Por ano, a instalação, que custou 22 milhões de euros, deverá colocar 1,5 megawatts na rede: o suficiente para abastecer 350 residências.

A busca por energias renováveis permanece como um dos maiores desafios da atualidade. Pesquisa-se e desenvolve-se em todas as direções, em geral com participação dos grandes conglomerados de energia, como no caso do primeiro parque eólico em alto-mar, o Alpha Ventus, 45 quilômetros ao norte da ilha Borkum, no mar do Norte. Nos próximos anos, devem surgir nos mares do Norte e Báltico, instalações com até 40 mil megawatts de potência. Elas irão abastecer então oito milhões de residências com eletricidade.

Sol, vento e água já são empregados para a geração de energia. O calor do interior da Terra desponta igualmente como alternativa. Esta auspiciosa tecnologia chama-se geotermia. O governo alemão dotou um programa de fomento a ela com 400 milhões de euros. Em 2008, o número de profissionais nesta área dobrou, de cerca de 4500 para 9100. Perto de Hannover, está nascendo uma usina geotérmica, na qual calor do interior da Terra é trazido à superfície. Um propósito sedutor, uma vez que a fonte de energia é inesgotável e o calor está disponível a qualquer tempo, ao contrário do Sol e do vento.

Em junho de 2009, o projeto piloto GeneSys começou a realizar as primeiras perfurações. Em quatro anos, a usina deverá estar extraindo do solo dois megawatts de energia calorífica. Os tubos irão penetrar quatro quilômetros até encontrar o calor. A cada quilômetro, a temperatura no interior da Terra sobe cerca de 30 graus. Mas como transformar o calor em energia? A usina geotérmica bombeia água até as profundezas, onde é aquecida pelo calor da Terra até aproximadamente 150 graus. Depois, é conduzida novamente para cima, onde aquece prédios. O projeto visa economizar 15 milhões de euros em combustíveis. Se tudo correr bem com o experimento, “teremos conquistado um modelo para grandes áreas da Europa”, diz o gerente do projeto, Michael Kosinowski.

Seja qual for a tecnologia verde pesquisada e testada pelos conglomerados alemães, tem-se sempre o mercado mundial em vista. Os prognósticos para o setor ambiental apontam ricas chances mundialmente. Os indícios disso são claros. A população mundial não para de crescer, mas os recursos naturais são esgotáveis. No ano 2030, dois terços da população viverá em metrópoles, que terão de administrar gigantescos desafios ecológicos. Se os países emergentes superarem o atraso industrial e o bem-estar social global crescer, a demanda por energia limpa e mobilidade ambientalmente sustentável aumentará obrigatoriamente e a proteção ao clima ganhará um valor ainda maior.

Com o presidente Barack Obama, os Estados Unidos também apostam pesado em energia verde. Até 2025, 25% da eletricidade deverá vir de fontes energéticas renováveis – brilhantes chances de vendas de fotocélulas e cata-ventos made in Germany. A eficiência de tais instalações cresce continuamente, enquanto os custos caem dramaticamente. E não está longe o dia em que serão competitivas. “Logo que as energias renováveis tiverem preços compatíveis com os das energias tradicionais, a demanda por elas explodirá”, acredita Torsten Henzelmann, da Roland Berger.

A atual crise econômica mundial poderia prejudicar um pouco os campeões verdes. Entretanto, alguns estão até lucrando com ela. Finalmente eles têm maior facilidade para encontrar engenheiros. E ainda mais importante: os governos elaboram pacotes conjunturais contra a recessão, com critérios ecológicos. Praticamente não há país em que não exista um programa de fo­mento às tecnologias verdes.

Os EUA, por exemplo, estão investindo 112 bilhões de dólares em tecnologias verdes. O aperfeiçoamento de automóveis híbridos e a pesquisa de baterias de alto rendimento estão no centro das atenções. A China está destinando quase 20 bilhões de dólares às tecnologias ambientais. Pacotes conjunturais da Europa colocaram à disposição seis bilhões de euros para energias renováveis, 3,5 bilhões para a infraestrutura energética, 500 milhões para instalações eólicas offshore, sete bilhões para eficiência energética, isto é, automóveis, prédios e fábricas mais econômicos. O governo alemão aplicará de 2009 a 2011 o total de 500 milhões de euros em pes­quisa na área da mobilidade elétrica. O investimento visa tecnologias-chave para a integração de veículos elétricos e híbridos em redes de trânsito.

O potencial para tecnologias pobres em emissões para os automóveis é enorme, enfatiza a consultoria de empresas McKinsey. Em breve, o faturamento no setor poderá chegar a 325 bilhões de euros. Os consultores preveem crescimento anual de 30%. Veículos híbridos, nos quais um motor elétrico apoia um motor a combustão, deverão, segundo eles, responder no ano 2020 por 16% a 24% do mercado. O motor a combustão vem igualmente sendo aperfeiçoado em sua eficiência. Os componentes para a redução do consumo geram um movimento de 30 a 35 bilhões de euros. Afinal, automóveis elétricos e os chamados veículos híbridos plug in (a bateria pode ser carregada a partir da rede elétrica) irão ter igualmente um papel significativo para a indústria automobilística.

“O futuro, isto é certo, pertence aos automóveis elétricos, sem emissões”, confirma o presidente da Volkswagen, Martin Winterkorn, que lançou o Golf Twin Drive em Berlim, que é também a capital da e-mobilidade. A Mercedes está testando na cidade, com a RWE, o Smart elétrico, e a BMW, com a Vattenfall, o Mini E, com uma tomada atrás da tampa amarela do tanque. Os fabricantes estão investindo maciçamente em tecnologias para baterias, embora, durante muito tempo, tenha parecido que os japoneses estavam muito à frente. “Se tudo continuar a correr como agora, a Alemanha tem boas chances de integrar a liderança mundial no desenvolvimento do carro elétrico”, diz Martin Winter, professor de ciências de materiais.

Não há dúvida: ecológico é in. Ecológico cria empregos. Mesmo conglomerados automobilísticos, que reduzem seus quadros de pessoal, procuram engenheiros eletricistas que os ajudem a preparar-se para a era pós-motor a combustão. Para bons profissionais, as campeãs do setor verde são um campo recompensador, diz o consultor Henzelmann: “É possível subir na carreira mais depressa do que nos ramos clássicos da engenharia. Pode-se fazer mais e assumir responsabilidades mais rapidamente”.

Fonte: Deutschland Online, 07 set 2009

Google informa telefone de centro de prevenção em buscas ligadas a suicídio nos EUA

Os resultados das buscas do Google são baseados em um complexo algoritmo que leva em conta os termos usados pelos internautas e a relevância de cada site relacionado a esses termos. Mas pela segunda vez o Google deixou de lado sua precisão matemática baseada nos desejos dos usuários por questões ligadas a saúde pública.

Desde a semana passada, buscas feitas nos EUA para expressões como “ways to commit suicide” (formas de cometer suicídio), “suicidal thoughts” (pensamentos suicidas) e “i want to die” (eu quero morrer) trazem como resposta um ícone de telefone vermelho com o número da National Suicide Prevention Lifeline (Linha nacional de prevenção de suicídios) antes dos resultados normais.

Roni Zeiger, estrategista de assuntos de saúde do Google, disse ao New York Times que essa é apenas a segunda vez em que a empresa manipulou resultados em temas polêmicos. O Google também informa o telefone da agência nacional de controle de venenos para buscas como “poison emergency” (emergência com venenos).

Para responder dúvidas menos lúgubres, o gigante da internet também vem oferecendo respostas objetivas destacadas antes dos resultados das buscas. Conversão de moedas , operações matemáticas e previsão do tempo são alguns exemplos.

Fonte: O Globo, 5 abr 2010

Pornografia dispara com web e consumidores são menos felizes, diz estudo

As novas tecnologias dispararam a procura por pornografia, sobretudo na internet, segundo um estudo divulgado nesta quarta-feira (17) que adverte para o impacto negativo nas relações, na produtividade e na felicidade entre consumidores desses produtos.

Estes são alguns dos custos sociais detectados pelo grupo de pesquisadores multidisciplinar do “The social cost of pornography: A statement of findings and recommendations” (“O custo social da pornografia: uma declaração com descobertas e recomendações”, em tradução livre), publicado pelo Instituto Witherspoon.

“Desde o começo da era da internet, as pessoas consomem mais pornografia do que nunca e seu conteúdo se tornou cada vez mais gráfico”, afirmou a pesquisadora do centro Hoover Institution, Mary Eberstadt.

“Os que veem pornografia acreditam que sua vida sexual vai ser melhor, mas têm ejaculação precoce, mais disfunções e problemas para se relacionar”, afirma Mary Anne Layden, coautora e diretora do programa de traumas sexuais e psicopatologia da Universidade da Pensilvânia.

Segundo Layden, a exposição em massa a conteúdos pornográficos leva a mudanças de crenças e atitudes sociais; por exemplo, aumenta-se a insensibilidade com relação às mulheres, reduz-se o apoio ao movimento de libertação feminina e perde-se a noção de que estes conteúdos devem ser restringidos para menores.

Divórcio

Vários estudos, como o “Romantic Partners Use of Pornography; Its significance for Women” (“Uso de pornografia por casais; seu significado para as mulheres”, em tradução livre) do médico A.J. Bridges, assinalam que a mulher que sabe que seu marido consome pornografia se sente traída e não confia no parceiro.

Os custos psicológicos a que fazem referência os autores em situações como esta podem desencadear outras consequências no casal, como o divórcio.

Segundo dados da Sociedade Americana de Advogados Matrimoniais, que inclui 1,6 mil profissionais dos EUA, 56% dos 350 casos atendidos em 2003 tinham relação com o interesse obsessivo de um dos parceiros por sites pornográficos.

O consumo contínuo desses produtos frequentemente acaba em alguma patologia, assinalou Layden. Ela lembrou que pela primeira vez o DSM 5, manual utilizado para fazer diagnósticos psiquiátricos, vai incluir como doenças as dependências de sexo e da pornografia.

Para os especialistas, o consumo de pornografia não é visto como um problema grave na sociedade. Por isso, eles reivindicam uma maior atenção sobre o assunto e pedem mais proteção, sobretudo para crianças e adolescentes.

Bloqueio

Segundo Layden, “um software para bloquear as páginas com conteúdos pornográficos na internet não é suficiente”, já que as crianças têm a seu alcance outros sites onde podem encontrar o código para desbloquear o filtro.

A pesquisadora exige à indústria do entretenimento que deixe de “fazer dinheiro ferindo crianças”.

“A presença da pornografia na vida de muitos meninos e meninas adolescentes é muito mais significativa do que a maioria dos adultos acha”, apontou. Layden lamenta que a pornografia “deforme o desenvolvimento sexual saudável dos jovens”.

Para Eberstadt, é preciso “mudar o que socialmente não está visto como algo mau” e perceber o tema como algo que afeta a sociedade em seu conjunto. Dessa forma será possível criar um movimento contra a pornografia.

O Witherspoon é um centro de pesquisa independente que promove a aplicação dos princípios fundamentais do governo republicano e, segundo seu site, trabalha para “melhorar os fundamentos morais das sociedades democráticas”.

Fonte: Folha SP, 17 mar 2010

Um quarto dos alemães aceita implantar chip no corpo

Pesquisa feita pela Associação Alemã das Empresas de Informação, Telecomunicação e Novas Mídias (Bitkom) revela que 23% dos moradores do país topam ter um microchip inserido no próprio corpo, contanto que isso traga benefícios concretos a eles.

O levantamento, realizado com cerca de mil pessoas de várias cidades, foi divulgado na feira de tecnologia Cebit, que vai até o próximo sábado (7), em Hannover.

A pesquisa tem como objetivo mostrar que a divisão entre vida real e vida digital é cada vez mais estreita. O tema da Cebit neste ano é “Connected Worlds” (mundos conectados).

“Esse é um grande exemplo de quão longe as pessoas querem que as redes cheguem”, disse o presidente da Bitkom, August-Wilhelm Scheer.

Pesquisa semelhante feita no final de 2006, na Inglaterra, mostrava que um em cada vinte adultos se dizia disposto a usar um microchip no corpo para evitar o uso de cartões de crédito ou dinheiro vivo nas compras.

O estudo, promovido pelo Instituto Britânico para o Estudo do Setor da Alimentação (IGD), mostrava ainda que a proporção aumentava para um em dez quando o público entrevistado era composto por adolescentes.

Fonte: Diógenes Muniz, Folha SP, 3 mar 2010

Ensino digital tem vantagens mas esconde armadilhas

studentsO aprendizado digital, o chamado e-learning, parece não ter limites. Porém, ele carece de boas ideias e esconde algumas armadilhas.

Plataformas de aprendizado na internet e provas orais por conferência em vídeo são apenas algumas das muitas possibilidades encontradas no âmbito da educação digital. Muitas escolas e universidades já experimentam com as mais variadas modalidades de aprendizado em plataformas virtuais.

Alunos marcam encontros com seus professores na sala de chat para discutir sobre assuntos da aula. Estudantes de arquitetura da universidade britânica de Leicester reconstroem juntos, no , sociedades do mundo antigo.

No ensino superior, as ofertas virtuais são uma boa ajuda para quem não pode estar presente na sala de aula, e permitem às universidades atingir um público que, de outro modo, ficaria de fora, como o dos profissionais altamente atarefados.

Muito mais do que aulas gravadas

Mas nem todas as ofertas esbanjam criatividade. Muitas vezes as aulas são simplesmente gravadas e disponibilizadas na internet. Para que o aprendizado digital tenha sucesso, ele precisa de muito mais, afirma Ulrike Tippe, professora de informática econômica na Universidade Técnica de Wildau, nos arredores de Berlim.

“As pessoas pensam que, se a técnica está funcionando, está tudo bem. E a coisa não é bem assim, como muito que ocorre na vida. A tecnologia não resolve tudo sozinha”, diz. “Muitas plataformas de aprendizado acabam ficando vazias”, constata.

Há muitos motivos para isso. Uma aula na internet requer do professor tanta disciplina quanto uma aula normal. Além disso, as ofertas de e-learning têm uma desvantagem fundamental, destaca a especialista: no mundo virtual é mais difícil se aprender competência social e técnicas de comunicação e apresentação.

Tendência é interação

A tendência do aprendizado virtual aponta para o intercâmbio com os outros internautas, característica que marca a web 2.0. “Formas colaborativas de aprendizado são cada vez mais presentes, plataformas onde há um intercâmbio entre os estudantes. É o mesmo princípio que experimentamos hoje nas várias comunidades da web 2.0”, explica Tippe.

O ensino digital é parte do futuro. Entretanto, segundo os especialistas, deve atuar como um complemento, e não como um substituto às formas tradicionais de ensino. Blended learning, ou “b-learning”, é a nova tendência já há alguns anos, combinando unidades virtuais e eventos com presença dos participantes.

Novas mídias têm limites

Entretanto, um mau professor no mundo real não se transforma em um bom mestre no mundo virtual. E muitas vezes os instrutores têm até menos conhecimento das novas ferramentas do que seus próprios alunos. Certos professores temem a complexidade técnica ligada às novas mídias, afirma Tippe.

Mas quando se trata de pura transferência de conhecimento como, por exemplo, nas carreiras da área de administração e nos setores técnicos, o e-learning é um método promissor. As empresas podem economizar os altos custos de viagem e hospedagem dos funcionários, oferecendo workshops e cursos de treinamento pela internet.

A professora de Berlim lembra que s custos reaparecem na hora de se desenvolver métodos novos e mais eficazes de e-learning. Mas, no futuro, eles trarão dividendos.

Autor: Andrea Lueg (md)
Revisão: Augusto Valente

Fonte: DW

Exclusão digital pode prejudicar economia brasileira, dizem especialistas

Miscellaneous electrical wires on a house in F...

Com apenas um terço de sua população com acesso à internet e um índice de penetração de banda larga menor que o de países como Argentina, Chile e México, o Brasil corre o risco de ver seu crescimento econômico comprometido devido a este atraso, segundo especialistas ouvidos pela BBC Brasil.

De acordo com dados do IBGE, mais de 65% dos brasileiros com mais de dez anos de idade não acessam a rede mundial, sendo que a grande maioria destes (60%) não o faz por não saber como ou por não ter acesso a computadores.

O número de desconectados no Brasil é muito maior, por exemplo, que o da Coreia do Sul – onde quase 78% da população tem acesso à rede -, que de grande parte dos países da Europa Ocidental e até mesmo que o do Uruguai, onde cerca de 40% das pessoas acessa a internet.

A situação do acesso a conexões de banda larga, fundamentais para que se possa aproveitar todas as possibilidades multimídia da internet, ainda é mais grave.

A União Internacional de Telecomunicações, agência da ONU para questões de comunicação e tecnologia, estima que apenas 5,26% dos brasileiros tenham acesso a conexões rápidas.

O número é bem inferior à penetração da banda larga na Argentina, que é de 7,99%, Chile, onde a penetração é de 8,49%, e México, onde este índice é de 7%.

Com o objetivo de corrigir este déficit, o governo chegou a anunciar um Plano Nacional de Banda Larga, que pretende elevar a penetração das conexões rápidas no país para 45% até 2014. A implementação do programa, no entanto, deve ficar para o próximo governo.

Desenvolvimento e preço

PENETRAÇÃO DE BANDA LARGA

Suécia – 37,3%*

Dinamarca – 36,8%*

Chile – 8,49%

Argentina – 7,99%

Uruguai – 7,3%

México – 7 %

Brasil – 5,26%

*Países com maior penetração de banda larga (Fonte: UIT)

Mas não é só no ranking de penetração de banda larga que o Brasil está atrás de países com estrutura e economia similares.

Um estudo divulgado pela União Internacional de Telecomunicações no final de fevereiro coloca o Brasil atrás de Argentina, Uruguai, Chile e até Trinidad e Tobago em um ranking de desenvolvimento de Tecnologias de Informação e Comunicação, área conhecida pela sigla TIC.

Entre os motivos que levam o Brasil a registrar tal atraso estão problemas institucionais, de infraestrutura e as dimensões territoriais do país, que dificultam a instalação de uma grande rede de banda larga, por exemplo.

Especialistas ouvidos pela BBC Brasil, no entanto, apontam os altos custos de conexão como um dos principais entraves para que a maioria dos brasileiros tenha acesso à internet.

“O Brasil tem os custos de conexão mais caros do planeta. Hoje, nosso maior problema de infraestrutura é o ‘custo Brasil de telecomunicação’ e, este é um dos grandes problemas para aumentar o uso da internet”, diz o sociólogo Sérgio Amadeu, professor da Universidade Federal do ABC e ex-presidente do Instituto Nacional de Tecnologia da Informação, órgão ligado à Casa Civil da Presidência da República.

De fato, a União Internacional de Telecomunicações aponta que Brasil está no grupo de países onde mais se paga para ter acesso a serviços como internet, telefone fixo e celular.

José Carlos Cavalcanti, professor do Departamento de Economia da Universidade Federal de Pernambuco e ex-secretário executivo de Tecnologia, Inovação e Ensino Superior do Estado, atribui os custos à elevada carga tributária e diz que pequenas variações no preço de acesso à internet poderiam já ter impacto na demanda.

“Para cada 1% de redução no preço de um computador ou na tarifa de internet, a demanda aumenta 0,5%. Já se houver um aumento de 1% na renda das pessoas, a demanda aumenta 0,5%”, diz Cavalcanti, citando um estudo de 2006 conduzido por ele para a Microsoft.

Crescimento perdido

É difícil mensurar o quanto o Brasil vem perdendo em termos de crescimento econômico e de empregos com este atraso.

Dados da consultoria McKinsey&Company, no entanto, apontam que um aumento de 10% nas conexões de banda larga pode levar a um crescimento entre 0,1% e 1,4% no PIB de um país. Uma outra pesquisa, do Banco Mundial, indica que este crescimento pode ser de 1,38% em países subdesenvolvidos.

Segundo a pesquisa da McKinsey, este crescimento econômico se dá por cinco fatores: primeiro devido ao impacto direto do investimento na rede de banda larga, depois pelo efeito da melhoria na indústria, seguido por aumento nos investimentos estrangeiros diretos e na produtividade e por uma melhora no acesso da população a informações.

O mesmo estudo diz que se a penetração da banda larga na América Latina atingisse o mesmo nível da Europa Ocidental, 1,7 milhão de empregos poderiam ser criados na região.

Autor de estimativas mais cautelosas, Raul Katz, professor da Universidade Columbia, nos Estados Unidos, afirma que se o Brasil superasse seu déficit de banda larga – que ele estima ser de 5 milhões de conexões – nosso PIB poderia ter um crescimento de 0,08 pontos percentuais.

‘PIB, PIB Virtual e FIB’

Mas não é só crescimento do PIB que o Brasil perde com o fato de a maior parte de sua população ainda estar desconectada.

Para Gilson Schwartz, coordenador do centro de pesquisas Cidade do Conhecimento, da Universidade de São Paulo, esta perda causada pela desconectividade se dá em três categorias distintas.

A primeira é a perda em termos de emprego e renda. Outra categoria, mais difícil de mensurar, é o que ele chama de ‘PIB virtual’, ou seja, toda a produção, negócios e os serviços que poderiam ser feitos completamente dentro da rede e que não são feitos devido aos altos níveis de desconexão.

Quando você não tem banda larga, desenvolvimento digital, você está tirando trabalho e lazer. Nesse sentido você pode dizer que o déficit provocado pelo atraso digital é ainda maior do que o de qualquer setor tradicional

Gilson Schwartz, economista

Schwartz aponta ainda que as dificuldades de acesso à internet no Brasil trazem perdas em um “campo social, que mistura entretenimento, sexualidade, cidadania e identidade”.

“Quando você não tem banda larga, desenvolvimento digital, você está tirando trabalho e lazer. Nesse sentido você pode dizer que o déficit provocado pelo atraso digital é ainda maior do que o de qualquer setor tradicional”, diz.

“Sem dúvida alguma, sociabilidade, sexualidade, amizade e alegria estão cada vez mais disponíveis nas novas mídias, e quem não está acessando isso está perdendo aquele outro PIB, o FIB, felicidade interna bruta. Assim (com a exclusão digital), a gente perde no PIB, no PIB virtual e no FIB”.

Fonte:

Caio Quero, da BBC Brasil em São Paulo, 16 mar 2010

Internet 500 vezes mais rápida

Do Observatório da Imprensa, por Deonísio da Silva – 16/2/2010

Os perigos do Google ainda não foram detectados no Brasil. Seus mecanismos de busca percorrem o mundo e digitalizam tudo o que está disponível. E se daqui a pouco o Google resolver cobrar pela informação, hoje grátis, ou impor restrições ao acesso, hoje livre para todos? Daí, sim, veremos o que significa de verdade o Big Brother monstruoso que as letras já anteviram.

Por enquanto desfruta-se apenas de suas facilidades. Sem pagar mais do que o acesso à internet, pode-se perguntar qualquer coisa ao pitoniso do nosso tempo, que, semana passada, informou que prepara o lançamento de uma conexão para a internet quinhentas vezes mais veloz do que a mais rápida que utilizamos no Brasil.

Trafegando a 1 gigabit por segundo – 100 vezes mais rápida do que as melhores conexões por fibra óptica utilizadas hoje nos EUA –, os dados chegarão a uma elite de até 500 mil pessoas, que, segundo o coordenador do projeto, James Kelly, pagarão um “preço competitivo”, sabe-se lá o que significa isso. Se ninguém terá este serviço, ele competirá com quem?

Desrespeito como norma

A internet mais rápida do mundo é a da Coreia do Sul. Ainda assim, para baixar um filme de 120 minutos, de alta definição, é necessário o dobro do tempo. É muito, mas de todo modo é bem menos do que as 49 horas que se gasta ou se gastaria no Brasil. Pois o Google promete baixar todo o arquivo em seis minutos. Com qualidade de devedê, seriam gastos apenas quarenta segundos. Na Coreia do Sul, hoje são despendidos para a tarefa trinta minutos e no Brasil, cinco horas e trinta minutos.

A Veja deu chamada de capa à matéria assinada por Benedito Sverberi e Renata Betti. Será bom para os leitores se a mídia especializada, repercutindo o noticiado pela revista, ajustar um pouco o foco de suas reportagens sobre informática e tratar também dos senões desses avanços, que os há e são muitos, pois parecem obcecadas apenas com os benefícios.

No Brasil, para o pobre a internet rápida ainda é uma festa da qual ele não pode participar. As tarifas das operadoras de telefonia estão entre as mais caras do mundo. As felizardas anunciam velocidades que não entregam. Se o usuário reclama, ouve que “naturalmente” aquela velocidade é para determinadas regiões, convocam o cliente infeliz à resignação e tudo fica mais ou menos por isso mesmo.

Biblioteca babélica

Entre os perigos estrategicamente ignorados há um que ronda o nosso convívio e está prestes a acontecer: é o apagão da internet. A empresa de consultoria americana Nemertes Research tem um estudo que fixa a catástrofe para 2014, mas esse ano é lembrado apenas como o da Copa do Mundo no Brasil.

Por enquanto, o Google é visto no Brasil como uma ferramenta de pesquisa. Mas, com tal velocidade de internet, ele será muito mais do que isso. Pequeno exemplo: um sábio renascentista tinha uma biblioteca de cerca de cem livros. Com tais recursos eletrônicos, qualquer cidadão poderá ter uma de milhares de volumes, buscados não mais nas livrarias, mas na rede mundial.

Facebook gripes protected by free speech, ruling says

By Rich Phillips – CNN. Feb 16, 2010
A former Florida high school student who was suspended by her principal after she set up a Facebook page to criticize her teacher is protected constitutionally under the First Amendment, a federal magistrate ruled.

U.S. Magistrate Barry Garber’s ruling, in a case viewed as important by Internet watchers, denied the principal’s motion to dismiss the case and allows a lawsuit by the student to move forward.

“We have constitutional values that will always need to be redefined due to changes in technology and society,” said Ryan Calo, an attorney with Stanford Law School’s Center for Internet and Society.

“The fact that students communicate on a semi-public platform creates new constitutional issues and the courts are sorting them out,” Calo said.

Katherine Evans, now 19 and attending college, was suspended in 2007 from Pembroke Pines Charter High School after she used her home computer to create a Facebook page titled, “Ms. Sarah Phelps is the worst teacher I’ve ever met.”

In his order, Garber found that the student had a constitutional right to express her views on the social networking site.

“Evans’ speech falls under the wide umbrella of protected speech,” he wrote. “It was an opinion of a student about a teacher, that was published off-campus … was not lewd, vulgar, threatening, or advocating illegal or dangerous behavior.”

Matthew Bavaro, an attorney with the American Civil Liberties Union who is representing Evans, was pleased with the ruling.

“The First Amendment provides protection for free speech regardless of the forum, being the Internet, the living room or a restaurant,” he told CNN.

On the Facebook page created by Evans, which included a picture of her teacher, Evans wrote: “To those select students who have had the displeasure of having Ms. Sarah Phelps, or simply knowing her and her insane antics: Here is the place to express your feelings of hatred.”

According to court documents, Phelps never saw the posting, which was made from a home computer after school hours.

After receiving three comments from people who criticized her and supported the teacher, Evans removed the page from Facebook.

School principal Peter Bayer suspended Evans, an honor student, for three days for disruptive behavior and cyberbullying of a staff member. Bayer also removed her from Advanced Placement classes and assigned her to regular classes.

Bavaro, Evans’ attorney, is seeking to have the court find the school’s suspension invalid and to have documents related to the suspension removed from her school file.

“It will eliminate any official public record and validate her rights, since her First Amendment rights were violated,” he said.

Internet experts say the court got it right, and that the ruling shows the law evolving with society.

“It reassures Internet users and students that they can still speak their mind,” Calo said. “Its not a security issue. Its personal opinion and gossip.”

Calo believes high-profile campus shootings at Columbine and Virginia Tech have made schools more security conscious. But in this case, the principal went too far, he said.

“I think this is just an example of an overreaction on the part of an administrator to speech outside the classroom,” he said.

“It used to be that principals wouldn’t hear you talking about teachers outside the class. Social networks give principals the ability to see what students are saying about teachers and each other.

“It’s one thing to use that information to identify illegal or dangerous conduct. It’s quite another to punish opinion and speech outside the classroom that doesn’t disrupt the activities of the classroom,” he told CNN.

Bavaro said Evans is not granting media interviews at this time. He said she is not seeking to get rich from her lawsuit.

“We are only seeking nominal, token damages. Maybe $100. Some token amount to show that her rights were violated,” he said. This case is not about money.”

An attorney representing Bayer, the school principal, did not return CNN’s calls for comment.