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Mortes na Síria: Dois jornalistas e um repórter-cidadão

A morte de dois jornalistas ocidentais, Mary Colvin e Rémi Ochlic, no bairro dissidente de Baba Amr, em Homs, Síria, na quarta-feira (22/2), lançou os olhos do mundo sobre esta cidade que é a capital da província do mesmo nome e faz fronteira com o Líbano, ao norte, e com a Jordânia e o Iraque, ao sul.

[Sergio da Motta e Albuquerque, Observatório da Imprensa, 28 fev 12] O fogo de artilharia pesada continua sem cessar sobre a cidade revoltada. O mundo assiste ao massacre indeciso entre os “corredores de fuga” (sugestão dos franceses) para os sitiados, sem fazer nada e esperar, ou aceitar a argumentação pró-Bashar Al-Assad da Rússia e da China, que não aceitam de forma alguma a intervenção militar no país árabe.

A China teme qualquer revolta muçulmana porque receia as repercussões no Sinkiang, predominantemente islâmico e povoado por etnias de origem turca. A Rússia teme a queda do partido socialista Baath, a autocracia laica que controla o país desde 1963. Os russos acreditam que o partido é o último bastião das ideias seculares no mundo árabe. Na realidade, é um resquício do pan-arabismo leigo de Gamal Abdel Nasser que se transformou numa organização assassina.

Quem quiser saber mais sobre o partido Baath deve ler o livro O Espião de Damasco: o caso de Eli Cohen (Editora Artenova, 1971). É uma história real que mostra os bastidores íntimos do partido nos anos 1960: um conjunto de oficiais das forças armadas, profissionais liberais, comerciantes ricos e autoridades públicas oriundas das mais diversas etnias, religiões e tribos do país, que impunham uma unidade autoritária ao país. Acima de todos estava a cúpula militar com os comandantes das forças armadas do país. O partido seguiu a doutrina do pan-arabismo de Nasser em seu início, mas degenerou em ditaduras cruéis em alguns países árabes de maioria sunita. A revolta no mundo árabe é uma rebelião sunita. Continue lendo

Jornalismo e estresse social ~ Francisco J C Karam

O ritmo da sociedade atual é refletido a cada dia no jornalismo. Há, no fundo, uma discussão de se o jornalismo e a mídia como um todo contribuem para tal ritmo ou se apenas refletem a pressa diária de parcela significativa da sociedade ocidental, industrial, contemporânea e capitalista.

[Francisco José Castilhos Karam, Observatório da Imprensa, 29 nov 11] O espaço de consumo, pelo qual a mídia deu e dá enorme contribuição ao fazer circular mensagens, produtos, informações e opiniões instantâneos, gera um ritmo intenso e praticamente estressante para o acompanhamento do noticiário e “daquilo que se passa”. O jornalismo fast food, bastante acusado de fazer fatos e opiniões perecerem sem serem digeridos ou contextualizados, não foge à regra geral da sociedade.

Da mesma forma, o crescimento de cesarianas, em lugar do parto normal, decorre da incapacidade e da falta de interesse em seguir os padrões mais recomendados para o nascimento, que leva certo número de horas. Ao invés de acompanhar sete ou oito horas um trabalho de parto, grande parte dos médicos decide que a cesárea pode ser mais “interessante” ou “necessária”. Assim, durante oito horas, um tempo razoável para um parto normal, podem fazer várias cesáreas e, ainda, dar consulta etc. Continue lendo

A obesidade mental ~ Por João César das Neves

O prof. Andrew Oitke, catedrático de Antropologia em Harvard, publicou em 2001 o seu polêmico livro “Mental Obesity”, que revolucionou os campos da educação, jornalismo e relações sociais em geral.

Nessa obra introduziu o conceito em epígrafe para descrever o que considerava o pior problema da sociedade moderna. Há apenas algumas décadas, a Humanidade tomou consciência dos perigos do excesso de gordura física decorrente de uma alimentação desregrada. É hora de refletir sobre os nossos abusos no campo da informação e do conhecimento, que parecem estar dando origem a problemas tão ou mais sérios do que a barriga proeminente. ”

Segundo o autor,

“a nossa sociedade está mais sobrecarregada de preconceitos do que de proteínas; e mais intoxicada de lugares-comuns do que de hidratos de carbono.

As pessoas se viciaram em estereótipos, em juízos apressados, em ensinamentos tacanhos e em condenações precipitadas. Todos têm opinião sobre tudo, mas não conhecem nada. ”

“Os ‘cozinheiros’ desta magna “fast food” intelectual são os jornalistas, os articulistas, os editorialistas, os romancistas, os falsos filósofos, os autores de telenovelas e mais uma infinidade de outros chamados ‘profissionais da informação’”.

“Os telejornais e telenovelas estão se transformando nos hamburgers do espírito. As revistas de variedades e os livros de venda fácil são os “donuts” da imaginação. Os filmes se transformaram na pizza da sensatez.” Continue lendo

Informar no es comunicar ~ Por Alfonso Gumucio-Dagron

news papers in a pile detail front of papers

Los medios de comunicación masiva no existen, son una mentira. Ya lo escribió Antonio Pasquali en 1963 y más recientemente lo han repetido hasta el cansancio Dominique Wolton (1) y Eduardo Vizer, entre otros. Pero por algún motivo, en la jerga común seguimos hablando de “medios de comunicación” en lugar de usar las palabras que se ajustan más a su naturaleza real: medios de difusión o medios de información (aunque algunos dirán que desinforman, en lugar de informar).

Casi cincuenta años atrás Pasquali manifestaba su “repugnancia” frente al uso equivocado de los términos: “La expresión medio de comunicación de masas (mass-communication) contiene una flagrante contradicción en los términos y debería proscribirse. O estamos en presencia de medios empleados para la comunicación, y entonces el polo receptor nunca es una ‘masa’, o estamos en presencia de los mismos medios empleados para la información, y en este caso resulta hasta redundante especificar que son ‘de masas’”(2).

La frecuente confusión entre información y comunicación contamina todos los ámbitos, y entre ellos la academia, donde los periodistas pasaron de la noche a la mañana a llamarse “comunicadores sociales”. Sin embargo, el contenido de las carreras de comunicación no ha variado sustancialmente de lo que fueron hace cinco décadas. Sólo el nombre cambió, para incluir la publicidad, las relaciones públicas o la llamada “comunicación organizacional”, pero los contenidos siguen anclados en el servicio a los medios (prensa, radio, cine, televisión), ignorando por lo general los procesos de comunicación.

En la medida en que no se establece la distinción entre periodistas y comunicadores, tampoco se ve la diferencia entre mensajes (información) y procesos (comunicación). La confusión es generalizada no solamente entre el común de los ciudadanos, sino también entre los especialistas del tema, a quienes habría que recordarles el origen etimológico de la palabra comunicación (communio), asociada a “compartir”, “poner en común” y “participar”. La comunicación no tiene un solo polo generador de sentidos, sino múltiples. Muy diferente es el periodismo porque in-forma verticalmente, es decir dictamina y da forma (¿a aquello que es “informe”?).

Cuando hace años hice un recorrido de las maestrías y posgrados con énfasis en la comunicación como proceso, quedé sorprendido de encontrar que había menos de 25 universidades en todo el mundo donde se formaban comunicadores con una visión estratégica del desarrollo y el cambio social. Todas las demás maestrías estaban dirigidas hacia los medios o las empresas, y algunas a retroalimentar el campo académico de las ciencias de la comunicación. En otras palabras, las universidades producen masivamente periodistas, cerca de 50 mil cada año, pero solamente un puñado de especialistas de la comunicación.

Hay quienes no ven aún con claridad los rasgos que distinguen a un periodista de un comunicador. Sin embargo es tan simple como transitar por una calle en un solo sentido y por otra en dos sentidos.

Como periodista en ejercicio desde hace cuatro décadas actúo sobre la realidad inmediata y expreso mi pensamiento sin necesidad de consultar con nadie; hasta mi artículo más “neutro” es una toma de posición personal. El oficio del periodismo nos hace productores de mensajes escritos o audiovisuales y nos mantiene atados a los instrumentos.

Como comunicador asumo un papel diferente, el de un facilitador de procesos de comunicación participativa y horizontal, en los que aporto con mis conocimientos y técnicas en favor de decisiones y acciones colectivas, y los pongo en diálogo con otros conocimientos y experiencias. El comunicador piensa en procesos estratégicos, no en mensajes inmediatos.

Eduardo Vizer nos dice que históricamente hay una visión “informacional” de la comunicación, de carácter eminentemente funcional y pragmático, a la que se le opone una visión de carácter crítico y “humanista”: “Para los teóricos de la información de mediados del siglo XX, preocupados por lograr la correspondencia precisa entre información y realidad objetiva, la información representaba entonces una estructura “económica, eficaz y eficiente” de organización de datos, la representación de un objeto, un hecho o una realidad prácticamente física y exterior, representada fielmente en signos codificados y transmisibles. En cambio, la noción de comunicación es mucho más amplia, rica e indefinida, asociada con la construcción de la socialidad, los vínculos, la expresión cultural y subjetiva”(3).

Las palabras sirven a veces para confundir… No cuesta mucho usarlas con propiedad. No soy amigo de las definiciones de hierro, inamovibles y elaboradas con bisturí, pero sí de una comprensión semántica que nos aproxime a la verdadera naturaleza de las palabras que usamos.

1) Wolton, Dominique: (2009) Informer n’est pas communiquer, París, CNRS.

2) Pasquali, Antonio: (1963) Comunicación y Cultura de Masas, Caracas, Monte Avila Editores.

3) “Dimensiones de la comunicación y de la información: la doble faz de la realidad social”, en Signo & Pensamiento 55, pp. 234-246; volumen XXVIII, julio-diciembre 2009.

* Alfonso Gumucio-Dagron: Comunicador, especialista en comunicación y desarrollo.

Fuente: Página/12, 12 oct 2010